jueves, 3 de septiembre de 2009

OBSESIÓN Nº5

Algunas mujeres te cruzan por la calle y su olor importado te llega un segundo después, como un homenaje, suponiendo que el cruce con vos estuviese planificado. Esa muchacha ha invertido mucho, sólo para regalarlo a quienes pasan a su lado.
Será por nuestra locura, o nuestro ego, lo cierto es que la naturaleza huele mal, parece “Sentite limpia/o y fresca/o” significa: no huelas a vos misma, o a vos mismo en el caso nuestro, cuando usamos desodorante. Mi mayor acto de rebeldía en esta lid, es usar uno neutro, sin perfume. Parece que puede más Calvin Klein que las feromonas.
Pero a mí me gustan las que huelen de cerca. Tengo como una especie de predilección por la miopía olfativa. Puedo estar con una mujer a cierta distancia y no olvidar su perfume; pero habrá sido eso: cierta distancia.
Es sabido que el clima húmedo favorece la emanación y propagación de los aromas, pero por suerte yo vivo en una de las regiones más secas del mundo y eso propicia mi predilección. Porque si la tentación a indagar en una fragancia implica cercanía, que implique humedad debería figurar entre los pecados capitales.
Los expertos perfumistas tienen como dogma que no existen perfumes sino combinaciones de notas sobre la piel de cada mujer. Ningún Chanel Nº5 volvió a oler como aquel camisón de dos gotas de la Monroe. Del mismo modo, las maneras de humedecer que tiene un hombre no resultan independientes de las pieles o las oquedades que fertilizan.
No voy a discutir el placer de encontrarse con una antigua nota de Amarigge cuando uno viene en caída libre desde un ombligo, pero el secreto eso es ese, que sea antigua.
Quienes vivimos en la zona árida de Patagonia, sabemos que se puede estar sentado en el interior de una mata de lavanda florecida, sin que la nariz perciba algo diferente a la sequedad del viento. Una vez más, la vida la pone el agua. Basta una rociada a esa montoncito lila para que nos envuelva una de las fragancias silvestres más encantadoras.
De ese modo me gusta oler.
Ernest Meaux desarrolló para Gabrielle el Chanel nº5 y bastó que Marilyn lo mencionara como su único atuendo a la hora de dormir para que adquiriera rango de leyenda, otro encantador descuido de la rubia que otra blonda (Nicole Kidman) convertiría en 3,71 millones de dólares con un spot publicitario donde dice lo mismo. Pero muy pocas personas supieron cómo olía aquel Monroe Nº 5.
Las dos humedades más importantes que tiene un hombre, son los catalizadores ideales para saber de qué fragancia está hecha una mujer. Y lo maravilloso de esto es que se da, si y solo si, se combina con la piel y las humedades esenciales de ESA mujer.
Como ironía del destino, el apellido del creador del perfume más famoso de la historia no huele a notas e invoca cierta humedad masculina, que claro está, nada tiene que ver con el tema que nos convoca.

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